jueves, 11 de diciembre de 2008

Cartas a Jordi: La crisis diferencial española.

(insertat en: http://blog.jordisevilla.org/2008-12-07/la-crisis-diferencial-espanola/) El recorrido que efectúas alrededor de las variaciones en el efecto de la crisis sobre las regiones, y que envuelves en el velo de lo académico, tantas veces explicado en las aulas, y tantas más olvidado en el cajón de los apuntes, después de superado el examen. Y ante todo este muestrario de políticas, añadiría alguna más que también en el ciclo educativo, se infiere de las enseñanzas, y también de la vida: el sentido común.

El sentido común nos decía que las políticas anticíclicas, habían dado buenos resultados en etapas anteriores a las últimas revoluciones financieras y tecnológicas (hasta los años 80); el cobijo de elementos productivos en un sector que actuaba cuando el resto flaqueaba. (la construcción y la obra pública).

El sentido común nos decía que había que buscar ampliar los mercados, para colocar nuestros productos y servicios, y para ello, debíamos destinar más recursos a la internacionalización, y a adaptarnos a sus exigencias (idioma, redes de comunicación, control de stocks, y logística), pero en el camino, perdimos la batalla de ser dueños y señores de los caminos que enlazan al producto, con los clientes, esto es, las líneas de distribución, y comercialización.

El sentido común, nos decía que al igual que los agricultores, estábamos en manos de los intermediarios, y que hoy por hoy, continuamos estándolo.
El sentido común, nos decía que si en Almussafes, allá por los ’70, se ubicó la Ford, lo fue por cuestiones logísticas, y por precio de mano de obra, y cultura empresarial. Pero seguimos queriendo competir con los mismos elementos, cuando el escenario es diferente: el mercado se ha desplazado, la mano de obra ha subido, y nuestras ventajas competitivas en este sector, se difuminan. Si hablásemos de otro tipo de vehículos, como los eléctricos, o de materiales, y tecnologías nuevas, y sustitutivas de las anteriores, sí que tendríamos de nuevo la ventaja de la localización, y el know-how.
Es lógico que la crisis golpee de forma desigual a las diferentes regiones, porque la estructura de la actividad económica es diferente. Si nuestra dependencia del exterior, es mayor, su evolución también nos afectará más.
El tamaño de las empresas valencianas, salvo honrosas excepciones, es pequeña y mediana, y si a ello, le añadimos el lastre cultural de quienes desde años inmemorables, han vivido atados a la cultura de la agricultura, egocéntrica entre las egocéntricas, individualista, enemiga de la asociación, enemiga de la cooperación, con un papel muy importante del patriarca emprendedor. Entonces el dimensionar las empresas hacia forma como las de la época industrial del XIX, a través de S.A. es culturalmente más compleja; una muestra más de ese carácter es el relativo poco desarrollo del ‘cooperativismo agrícola’ comparado con el volumen de facturación.
Innovar, no solo es tecnología científica, innovar es también cambios de mentalidad, cambios de cultura, ser más generosos, y compartir los proyectos, agruparse para abrir mercados, agruparse para ofrecer al mercado, productos, servicios, y valor añadido.
El empresariado valenciano y el español, tiene mucho que aprender, y mucho que enseñar. Como decía Sánchez Dragó, “todo esta en los libros”, o la que sería la versión moderna de “toda la información está en internet”, pero antes y hoy, tenemos que saber buscarla, tratarla, seleccionarla, adaptarla, implementarla, mejorarla.
El matrimonio de los centros de conocimiento con los centros de producción debe ser mucho más estrecho. Las sinergias de la Universidad, los centros tecnológicos, las escuelas de negocio, y de la formación profesional, deben ser exponenciales.
La puesta en común de todos los sentidos comunes, aderezados con una pizca de osadía, otra de valentía, un pedacito de ingenio, un trozo más de reposo, al fuego lento, y con algún que otro hervor (no se diga que nos falta alguno, metafóricamente hablando), y seguramente la receta, y su resultado serán del máximo agrado de los cocineros, y de los comensales económicos y políticos.

Saludos desde los fogones de Xàbia,